27 octubre 2009

Gestión de la Incertidumbre, ¿una nueva área de conocimiento? (1)

“Su índice el fallo escribe: si tu piedad impetra,
si tu ingenio excogita, si tu fe intercede
por borrar una línea, tu voz nunca penetra;
ni tus lágrimas juntas lavarán una letra.”

Rubaiyat, Omar Khayyam


Primera parte: de la incompetencia inconsciente


A lo largo de estos largos cuatro años de blog se me ha preguntado bastante sobre la incertidumbre, sobretodo solicitando dónde se puede encontrar información sobre “incertidumbre”, concretamente en el contexto de los proyectos –no en balde, pues no cabe duda que la incertidumbre es uno de esos misteriosos personajes ocultos tras la penumbra de la próxima esquina que claramente acechan de manera no menos misteriosa en los proyectos-. Y, la verdad, es que lo primero que se me viene a la cabeza es coger una guitarra que nunca he podido afinar y emular a Manolo Tena y desentonar su “y yo no sé que contestar”. Bueno, en realidad, así como tal, como un tema en sí, no existe. Más que una guitarra desafinada, ni tan siquiera hay guitarra. Quién sabe si en la edición 69 del PMBOK –ahora acabamos de estrenar la cuarta-, en un futuro no se sabe cuán próximo o lejano, el capítulo 13 –buen número para tan escurridizo asunto, jeje- contenga la décima área de conocimiento, a saber, Gestión de la Incertidumbre.

Pero la verdadera verdad de la buena, es que sí que puedo dar información. Existen cosas muy interesantes ahí fuera sobre el tema sin necesidad de recurrir al agente Mulder; excepto que se encuentran dispersas formando parte de diferentes disciplinas, como pueden ser la psicología, la neurología, la biología, la filosofía, la economía, las matemáticas e, incluso, la literatura. Aunque a la incertidumbre se la conoce sobretodo experimentando la vida, viviéndola, exponiéndose a ella, aprendiendo de ella, sufriendo y/o disfrutando de algunos revolcones con ella. Todo esto que he dicho puede parecer muy pluridisciplinar y fenomenológico, pero es que un director de proyecto que se precie es un verdadero hombre del Renacimiento.

Como, hasta donde llega mi conocimiento, no he visto ningún tratamiento unificado de la incertidumbre en el contexto de los proyectos –concretamente en la línea donde confluirían los estudios de las materias que he citado anteriormente- y, además, se me suele preguntar por ello, he decidido afrontar yo mismo el reto en esta serie indefinida de entradas, a pesar de que un primer pronóstico augure un resultado bastante incierto.

Antes de entrar en cualquier discusión acerca de tan escurridizo concepto, deberíamos hacer un esfuerzo por definirlo o, al menos, acotarlo. Para ello voy a enunciar la que considero que es la mejor definición operativa de incertidumbre que, por cierto, no es nada nueva y que se debe a G. L. S. Shackle:

Incertidumbre es anticonocimiento

Y para ilustrarlo voy a valerme de la magistral metáfora que utiliza Nassim N. Taleb en su libro El cisne negro. Cuenta Taleb que Umberto Eco clasifica a los visitantes de su biblioteca personal de más de 30.000 libros en base a dos categorías: aquellos, la gran mayoría, que se quedan impresionados ante el tamaño de su biblioteca y le preguntan cuántos de esos libros ha leído; y esa pequeña minoría que ha captado la verdadera utilidad de la biblioteca como una herramienta de investigación y no como una extensión del ego. Porque, en realidad, los libros ya leídos son menos valiosos que los que quedan por leer y, cuanto mayor es el conocimiento adquirido a través de los libros que hemos leído, mayor debería ser el número de libros no leídos de nuestra biblioteca. Por el contrario, solemos tender a tratar el conocimiento como una propiedad personal que protegemos y defendemos a toda costa, como algo que nos permite escalar puestos en los diferentes niveles de nuestras sociedades, mientras ignoramos, subestimamos en el mejor de los casos, los drásticos efectos que pueden producir todas aquellas sorpresas que se encuentran ocultas en todos los libros no leídos. Nos tomamos el conocimiento demasiado en serio; como poco, mucho más en serio que el anticonocimiento, y esto nos deja en una situación muy desfavorable ante lo desconocido, a merced de la incertidumbre.

Una consecuencia muy importante de esta definición es que el riesgo no es incertidumbre. Que no sepamos en qué medida un hecho concreto y conocido, como por ejemplo que un proveedor no haga cierta entrega crítica a tiempo, pueda o no suceder en un futuro no significa que dejemos, por ello, de tener un conocimiento acerca del hecho ni de sus consecuencias en caso de hacerse una realidad. Resultados inciertos son aquellos que llegan a ocurrir sin haber tenido, ni tan siquiera, un atisbo de conocimiento acerca de su mera existencia. Para los riesgos, existe una disciplina muy bien conocida que es la Gestión de Riesgos; para la incertidumbre, en cambio, sólo podemos esperar a la salida del sol por Antequera.

Se suele vender la Gestión de Riesgos como una panacea, pero creo que no pecaría de atrevimiento temerario si afirmara que es un silencio a gritos entre la mayoría de los directores de proyecto que, en el fondo, no acaba de resolver su problema frente a la incertidumbre. Porque, en realidad, la Gestión de Riesgos nunca ha dejado de aferrarse a lo conocido. En el peor de los casos, la Gestión de Riesgos puede llegar a extrapolar el conocimiento a esa región oscura que aún le está vetada, ejercicio que puede resultar peligroso y desastroso cuando sólo conduce a falsas y erradas ilusiones.

Todos los viajes a lo desconocido son inciertos, y son viajes que deben ser realizados sin alforjas porque en la mayoría de los casos sólo son un lastre en ese viaje, unas gafas opacas que nos impiden ver con claridad el paisaje ignoto que se nos va descubriendo a medida que avanzamos. Pueden parecer viajes poco agradables. Hasta peligrosos. Pero son los únicos que ensanchan las fronteras y conducen a grandes recompensas. Porque, como una vez dijo Richard Feynman, es “en la admisión de la ignorancia y de la incertidumbre hay una esperanza para el movimiento continuo de los seres humanos en alguna dirección que no esté confinada y permanentemente bloqueada, como ha sucedido tantas veces en diversos periodos de la historia del hombre”. Y como sucede en tantos proyectos.

Por cierto, curioso título el de esta entrada…

13 septiembre 2009

Not even wrong

Si hace poco menos de un año asistimos al patético intento de redención de Paul Samuelson, ahora le toca el turno a la reciente y tierna incorporación al club de los chicos del diploma. Me refiero a Paul Krugman, pseudo-Nobel de Economía en 2008. De Paul a Paul y tiro porque me toca. Y me refiero concretamente a este artículo suyo, titulado, nada más y nada menos, ¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas? Hasta en esos intentos de contrición no dejan de lado su soberbia los de su profesión. ¿Equivocarse?

Cuentan que una vez le enseñaron a Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física, un trabajo de cierto estudiante de física para que lo examinara y diera su opinión. La respuesta de Pauli se ha hecho famosa: “No está bien. Ni tan siquiera está mal”. Amigo Krugman, en realidad nunca tuvisteis la posibilidad de tan siquiera equivocaros, porque lo único que habéis estado haciendo todos estos años es dar palos al aire en una habitación oscura. Equivocarse, además, no tiene en ciencia esa connotación negativa que planea por todo el artículo. Equivocarse en ciencia es una cosa muy digna, su razón de ser y lo que la hace avanzar. Equivocarse es una necesidad. Podríamos decir que Michelson y Morley se equivocaron cuando intentaron medir la velocidad relativa con que se mueve la Tierra respecto del éter, porque no hallaron rastro de tal velocidad. En concreto, el error había estado en la propia hipótesis sobre la existencia el éter. Pero la hipótesis del éter era una hipótesis digna de ser incorrecta, porque se podía someter al juicio de la experiencia, podía ser correcta o incorrecta. No podemos decir lo mismo de la Teoría Moderna de la Cartera o, como dice Krugman en su artículo –prestado de Keynes-, las finanzas de casino, una calenturienta elucubración de una noche de verano totalmente desconectada de la posibilidad de ser contrastada de forma empírica. Como diría Pauli, ni tan siquiera es incorrecta. En realidad es un despropósito. Y si, a veces, parece que los resultados empíricos están de acuerdo con sus predicciones, y otras, las más, están en desacuerdo, no es porque sea correcta o incorrecta sino por pura casualidad. Ni lo hace tan bien ni tan mal, es que no tiene nada que ver. No confundamos churras con merinas, como pretende hacer Krugman.

Dentro de poco se darán a conocer los premios Nobel y el diploma del Sveriges Riksbank (o mal-llamado Nobel de Economía). Como cantaban los Golpes Bajos, corren "malos tiempos para la lírica", a ver con qué diplomado nos sorprenden este año.

No podía finalizar sin aprovecharme de este juego de palabras, jeje: ha tenido que venir Pauli a poner el punto sobre la i a los Paul.

03 agosto 2009

Deudas pendientes

A lo largo del compás de espera que ha transcurrido entre la penúltima y última entradas anteriores a esta, siempre he querido responder a alguno de los comentarios a la penúltima entrada. Aunque, debido a la necesidad de centrarme en las nuevas actividades empresariales que he ido emprendiendo durante los dos últimos años, o, siguiendo el consejo de Von Clausewitz de no dispersar las fuerzas en un ataque, bastante he tenido con responder a otros comentarios relacionados más con peticiones que con expresión de opiniones. No obstante, la motivación de responder ha perdurado, pues dichos comentarios abordan cuestiones que considero interesantes. Al final, y después del tiempo transcurrido, dichas respuestas se convierten en una entrada.

Respecto al comentario de “Parque de innovación empresarial”, no veo en el discurso de Taleb una afirmación de que los emprendedores nunca hayan asumido riesgos. Efectivamente, siempre lo han hecho, lo hacen y lo harán, porque el acto de emprender no es más que un sinónimo de asumir riesgos. Lo que entiendo en el discurso de Taleb es que durante el pasado reciente, a los emprendedores se les había unido la banca, por muy maquillada que fuera con el palabro “banca de inversión”, y él espera –desea, más bien- que, en un futuro próximo, la situación vuelva a ser aquella en la que sólo los emprendedores sean los que asumen los riesgos. La banca debería ser sólo el instrumento que pone los medios financieros necesarios para emprender proyectos de medio y largo plazo, porque, para poder emprenderlos, necesitamos poner sobre la mesa, a fecha de hoy, parte del dinero que generará dicho proyecto en un futuro. La verdadera riqueza, la que está sustentada en activos tangibles, es aquella que es generada por proyectos, proyectos empresariales en particular. Y la banca no debería ser más que el engrase que facilita el funcionamiento fluido de la maquinaria de los proyectos, y que, aunque también genere riqueza, no es más que una riqueza derivada de los proyectos a los que sirve. Todos hemos podido asistir a lo que ocurre cuando esto deja de ser así. Cuando Taleb dice que la banca no debería asumir riesgos, creo que viene a decir algo así como que con el combustible no se juega: puedo asumir riesgos con el vehículo al que hace ir, si lo pierdo siempre puedo construir otro disponiendo del combustible que lo hacer ir, pero si pierdo el propio combustible no habrá más vehículos. Si a este hecho añadimos que el cálculo de riesgos financieros está basado en pseudo-teorías sin ninguna confirmación experimental, más cercanas a la astrología que a la evidencia empírica contrastada, el resultado no es más que un cóctel peligroso que, tarde o temprano, acaba por estallarnos entre las manos.

En segundo lugar, es evidente que el emprendizaje, como una actividad no carente de riesgos y, no mencionado aún, hasta incierta – no es lo mismo riesgo que incertidumbre, pronto abordaré estos temas en este blog-, lleva inherente cierta tasa de fracasos. Y es en el reconocimiento de este hecho empírico en el que entiendo el sentido que quiere significar Taleb cuando dice que “sin que el hecho sea noticia”. Obviamente nadie emprende nada pensando en su fracaso, aunque en una muestra de actividades emprendedoras cabrá esperar cierto porcentaje de fracasos. El objetivo, pues, de cualquier mecanismo de fomento de actividades emprendedoras, más que asegurar el éxito de todas ellas, sería el de minimizar el porcentaje de fracasos y de reincorporar al circuito los fracasos, porque, en la mayoría de los casos, el éxito depende más del número de intentos y de la perseverancia. Es decir, tentar repetidamente a la suerte.

Por último, suscribo que el tamaño, en este caso el pequeño, sí puede llegar a importar. Hace unos meses, hablaba de lo que considero que es el drama de la Dirección de Proyectos (DP), a saber, su emancipación de la Dirección de Operaciones (DO), y acababa enumerando algunos hechos por los que consideraba que la DO debería incluso acabar siendo fagocitada por la DP. ¿Qué ocurre cuando aquello a lo que se dedica una gran corporación, y que es lo único que sabe hacer, deja de ser negocio? También hemos asistido recientemente a algunos ejemplos de este tipo. Y, aunque hayan coincidido en el tiempo con las secuelas de la crisis financiera, no creo que sea la única causa, si es que ha tenido alguna influencia. Para pequeñas organizaciones es más fácil, sin embargo, abandonar la actividad obsoleta en pos de otra más acorde con los nuevos tiempos. Todo ello siempre que no se caiga en la trampa de la especialización. Desde luego, pensar como un Director de Proyecto, como un hombre del Renacimiento, ayudará a enfrentarse al cambio.

01 agosto 2009

Disfrutando de las pruebas de un nuevo producto

Los proyectos tienen momentos burocráticos, etapas de despacho, peleas con proveedores, experimentación con la naturaleza humana, sustos e imprevistos y, cómo no, estimulante trabajo de campo al que no hay que renunciar de vez en cuando :-), sobretodo para certificar el éxito de unas pruebas...







24 abril 2009

Una nueva era...

... en la que podremos "ver una vida económica más cercana a nuestro entorno biológico: compañías más pequeñas, una ecología más rica, sin apalancamientos. Un mundo en el que los emprendedores, no los banqueros, asumirán los riesgos y en el que cada día nacerán y morirán empresas sin que el hecho sea noticia."

Nassim N. Taleb en "Diez principios para un mundo a prueba de Cisnes Negros".

03 abril 2009

Pseudociencias

Amigos del G20:

Con o sin vuestras pseudoteorías financieras, la gente buena hará el bien y la gente mala hará el mal, pero para que la gente buena haga el mal hacen falta vuestras pseudoteorías financieras.

01 abril 2009

Adherencia a la programación y factor P (y 2)

Como continuación de la entrada inmediatamente anterior, finalizaremos con algo inédito que no se contó en la conferencia, al menos con este detalle. En aquella entrada seminal, en la que se abordó por primera vez el tema de la adherencia, también se decía que “para aquellas tareas cuyo progreso real en la figura 2 es menor que el de la figura 3 podríamos identificar limitaciones que impiden su avance, mientras que para aquellas cuyo progreso real en la figura 2 es mayor que el de la figura 3 podríamos identificar la posibilidad de que en un futuro se tenga que rehacer el trabajo hecho”.

Una forma de ver esto con detalle es considerar las figuras 2 y 3 de forma conjunta, como se muestra en la figura siguiente:


Entonces podemos construir la siguiente tabla en la que podemos calcular la diferencia para cada actividad entre su valor ganado (BCWP) en la fecha de reporte (Fecha de Estado) y su valor programado (BCWS) en la fecha en la que debería haberse ganado la programación ganada (Programación Ganada):


Cuando la diferencia es negativa, como en el caso de las tareas 7, 8, 9 y 10, ésta debería ser un indicador de riesgo sobre la posibilidad de existencia de algún impedimento o limitación que dificulta el avance de esas tareas -una señal de humo que debería advertir al jefe de proyecto de investigar con mayor detenimiento para determinar las causas de ese humo-. En caso de no existir ningún impedimento o limitación, la causa podría estar en un rendimiento inadecuado del trabajo que se está realizando, procesos no bien definidos o malas asignaciones de personal.

Cuando la diferencia es positiva, como en el caso de las tareas 6 y 11, ésta debería ser un indicador de que su realización no está sincronizada con la programación, con el consiguiente riesgo de tener que rehacer parte del trabajo que se está realizando. Esto es bastante obvio en la tarea 11 porque algunos de los inputs requeridos podrían estar ausentes al no estar aún finalizada una de sus tareas predecesoras –ver tarea 9-, aunque no lo es tanto en la tarea 6 que, aunque no le falta ningún requerimiento, sigue habiendo una falta de sincronía entre su realización y lo programado. El refrán “lo que va por delante, va adelante” podría no tener ningún tipo de sabiduría en este caso al estar incurriendo en el riesgo de tirar a la basura el trabajo adelantado para volverlo hacer de forma correcta.

En este sentido, la tabla anterior se puede utilizar de filtro que permite focalizar la atención del jefe de proyecto en aquellas actividades que pueden merecer especial atención en un momento dado del proyecto. En este caso cómo de adheridas van a la pogramación original y con qué nivel de sincronización se está realizando el trabajo.