28 abril 2006

Murphy trabaja en mi proyecto... Maquiavelo también

Ya hemos visto cómo nuestro amigo Murphy, el portador de la incertidumbre, se pasea de forma impune por cualquier rincón, por recóndito que éste sea, de nuestro proyecto. Afortunadamente no es un hecho que no se pueda gestionar si entendemos bien cómo afecta la variabilidad a un proyecto, y disponemos de herramientas adecuadas para organizarnos. Que las hay, y de las que algunas de ellas hemos tratado en este blog. Por otro lado, cualquiera que se haya fogueado mínimamente durante su transcurso por la vida, y por el mundillo de los proyectos en particular, sabe que cualquier teoría tiene poco valor en sí misma en el mundo de las relaciones sociales. Y no hay que olvidar que un proyecto es algo que, en última instancia, acontece en un medio social regido más por rituales que por ideas. No quiero decir con esto que las herramientas no sirvan para nada, sino que necesitan de algo más para que se les pueda sacar todo el partido posible.

Como nos muestra William Golding en el “Señor de las moscas”, aquél que gestiona mejor los rituales que las ideas es el que al final se lleva el gato al agua. No basta con creer que se tiene razón, hay que hacer parecer que se tiene razón, que no es lo mismo. Cuántas organizaciones se han quedado en el mero intento de implantar una metodología de gestión por proyecto, a pesar de que era muy buena, estaba compuesta de técnicas y herramientas de software muy avanzadas, etc. Nadie ponía en duda que era la metodología adecuada. Sin embargo nunca nadie la utilizó, creó confusión y, al final, incluso el rechazo. Se falló en la gestión del ritual. Apelar a la buena voluntad de las personas para que lo acepten de forma automática puede ser un bonito ideal, pero parafraseando a Edward O. Wilson, el padre de la sociobiología, para la especie equivocada. La naturaleza humana no es muchas veces como nos gustaría que fuese -es muy recomendable a este respecto la lectura de “La tabla rasa” de Steven Pinker.

Como hace Guillem Bou en un momento de su libro “Comunicación persuasiva”, voy a suponer mediante un acto de fe que los lectores de este anuncio tienen buenas razones. Entonces les recomiendo algunas lecturas para que puedan ahondar en la parte que supuestamente les faltaría. Estos libros son, aparte del de Guillem Bou citado antes, “Las 48 leyes del poder” de Robert Greene y “Maquiavelo y Borgia” de José Luis Sanchis.