03 agosto 2009

Deudas pendientes

A lo largo del compás de espera que ha transcurrido entre la penúltima y última entradas anteriores a esta, siempre he querido responder a alguno de los comentarios a la penúltima entrada. Aunque, debido a la necesidad de centrarme en las nuevas actividades empresariales que he ido emprendiendo durante los dos últimos años, o, siguiendo el consejo de Von Clausewitz de no dispersar las fuerzas en un ataque, bastante he tenido con responder a otros comentarios relacionados más con peticiones que con expresión de opiniones. No obstante, la motivación de responder ha perdurado, pues dichos comentarios abordan cuestiones que considero interesantes. Al final, y después del tiempo transcurrido, dichas respuestas se convierten en una entrada.

Respecto al comentario de “Parque de innovación empresarial”, no veo en el discurso de Taleb una afirmación de que los emprendedores nunca hayan asumido riesgos. Efectivamente, siempre lo han hecho, lo hacen y lo harán, porque el acto de emprender no es más que un sinónimo de asumir riesgos. Lo que entiendo en el discurso de Taleb es que durante el pasado reciente, a los emprendedores se les había unido la banca, por muy maquillada que fuera con el palabro “banca de inversión”, y él espera –desea, más bien- que, en un futuro próximo, la situación vuelva a ser aquella en la que sólo los emprendedores sean los que asumen los riesgos. La banca debería ser sólo el instrumento que pone los medios financieros necesarios para emprender proyectos de medio y largo plazo, porque, para poder emprenderlos, necesitamos poner sobre la mesa, a fecha de hoy, parte del dinero que generará dicho proyecto en un futuro. La verdadera riqueza, la que está sustentada en activos tangibles, es aquella que es generada por proyectos, proyectos empresariales en particular. Y la banca no debería ser más que el engrase que facilita el funcionamiento fluido de la maquinaria de los proyectos, y que, aunque también genere riqueza, no es más que una riqueza derivada de los proyectos a los que sirve. Todos hemos podido asistir a lo que ocurre cuando esto deja de ser así. Cuando Taleb dice que la banca no debería asumir riesgos, creo que viene a decir algo así como que con el combustible no se juega: puedo asumir riesgos con el vehículo al que hace ir, si lo pierdo siempre puedo construir otro disponiendo del combustible que lo hacer ir, pero si pierdo el propio combustible no habrá más vehículos. Si a este hecho añadimos que el cálculo de riesgos financieros está basado en pseudo-teorías sin ninguna confirmación experimental, más cercanas a la astrología que a la evidencia empírica contrastada, el resultado no es más que un cóctel peligroso que, tarde o temprano, acaba por estallarnos entre las manos.

En segundo lugar, es evidente que el emprendizaje, como una actividad no carente de riesgos y, no mencionado aún, hasta incierta – no es lo mismo riesgo que incertidumbre, pronto abordaré estos temas en este blog-, lleva inherente cierta tasa de fracasos. Y es en el reconocimiento de este hecho empírico en el que entiendo el sentido que quiere significar Taleb cuando dice que “sin que el hecho sea noticia”. Obviamente nadie emprende nada pensando en su fracaso, aunque en una muestra de actividades emprendedoras cabrá esperar cierto porcentaje de fracasos. El objetivo, pues, de cualquier mecanismo de fomento de actividades emprendedoras, más que asegurar el éxito de todas ellas, sería el de minimizar el porcentaje de fracasos y de reincorporar al circuito los fracasos, porque, en la mayoría de los casos, el éxito depende más del número de intentos y de la perseverancia. Es decir, tentar repetidamente a la suerte.

Por último, suscribo que el tamaño, en este caso el pequeño, sí puede llegar a importar. Hace unos meses, hablaba de lo que considero que es el drama de la Dirección de Proyectos (DP), a saber, su emancipación de la Dirección de Operaciones (DO), y acababa enumerando algunos hechos por los que consideraba que la DO debería incluso acabar siendo fagocitada por la DP. ¿Qué ocurre cuando aquello a lo que se dedica una gran corporación, y que es lo único que sabe hacer, deja de ser negocio? También hemos asistido recientemente a algunos ejemplos de este tipo. Y, aunque hayan coincidido en el tiempo con las secuelas de la crisis financiera, no creo que sea la única causa, si es que ha tenido alguna influencia. Para pequeñas organizaciones es más fácil, sin embargo, abandonar la actividad obsoleta en pos de otra más acorde con los nuevos tiempos. Todo ello siempre que no se caiga en la trampa de la especialización. Desde luego, pensar como un Director de Proyecto, como un hombre del Renacimiento, ayudará a enfrentarse al cambio.

1 comentario:

  1. Me quedo con la sugerencia de "pensar como un hombre del Renacimiento". A ese respecto hablábamos nosotros hace poco sobre la necesidad de huir de la superespecialización, a raíz de un curso impartido por Roger Schank, al que Joaquim Ibáñez, uno de nuestros PMP tuvo la oportunidad de asistir. Schank hacía mucho hincapié en que un buen director de proyecto debe ser capaz de enfrentarse a escenarios desconocidos y a proyectos multidisciplinares. Desde luego, aferrarnos a lo conocido no nos ayudará a salir de la crisis...

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