31 diciembre 2007

Incertidumbre crepuscular

Como cada año, estos días postreros se dedican a hacer un repaso de lo que ha sido el año, en el que no faltan los sesudos análisis de los brillantes expertos en lo que proceda, y las explicaciones de por qué aquel acontecimiento fue así y no de otra manera. También, cómo no, las bolas de cristal se iluminan con pronósticos acerca de lo que va a acontecer, expertos dixit, juicios en los que a la gran mayoría de ellos les gusta repetir obviando los fracasos de pronósticos anteriores. Ante tamaño aluvión oracular, nada mejor que comenzar el año leyendo el capítulo XI, “De los pronósticos” –sólo 4 páginas, seguro que tardas más en comerte las uvas-, del libro primero de ensayos de Michel de Montaigne, quien, citando a Cicerón, nos advierte sobre “esos que comprenden la lengua de las aves y que más saben a través del hígado ajeno que a través del suyo propio, a quienes estimo que se les debe oír más que escuchar”.

Alguien puede estar pensando que hay quien acierta. No lo dudo, pero siguiendo a Montaigne:

“veo algunos que estudian y glosan los almanaques y pretenden imponernos su autoridad en las cosas que ocurren. Con tanto decir, forzoso es que digan verdad y mentira. No hay nadie que, tirando a menudo, no saque la jugada alguna vez –las cursivas son cita a Cicerón. No los tengo en mayor estima por toparse con algún acierto. Habría mayor certeza y verdad si por norma mintiesen siempre. Además de que nadie lleva la cuenta de sus errores, en tanto que son corrientes e infinitos; y por el contrario se proclaman sus adivinaciones por ser raras, increíbles y prodigiosas. Así respondió Diágoras, apodado el ateo, estando en Samotracia a aquel que, al mostrarle en el templo muchos exvotos y cuadros de los que se habían salvado del naufragio, le dijo:
- ¡Y bien! Vos que pensáis que los dioses no se ocupan de las cosas humanas, ¿qué decís de tantos hombres salvados por su intercesión?
A lo que Diágoras respondió:
- Ocurre que no están representados aquellos que se ahogaron en número muy superior”.

Nuevamente, el texto en cursiva habla a través de Cicerón. Y ya ha llovido desde entonces. Dejad lo de no fumar y hacer jogging para más adelante. En cambio, pasad de lo que dicen los expertos. Ya puestos, pasad de este anuncio.

Feliz año 2008.

10 diciembre 2007

Metablog: pelotudeando con el blog

De vez en cuando recibo en este blog comentarios a anuncios que fueron publicados hace tiempo, meses, incluso un año o dos atrás. Me parece estupendo porque parece romper con ese defecto que yo le suelo ver a este medio de exponer ideas, que es el de la fosilización de las ideas por el mero hecho de la acumulación cronológica de las mismas. Pero no es éste el motivo de estas líneas. Cada vez que se realiza un comentario en el blog recibo un email de notificación, por lo que se supone que puedo enterarme de forma instantánea. Para el lector que ha efectuado el comentario, sin embargo, este fuljo comunicativo suele ser bastante asimétrico. Si a este hecho añadimos los correos electrónicos que recibo de forma privada, la citada asimetría puede cobrar dimensiones nada triviales. Siento, por tanto, aquellos casos en los que las respuestas tardan en llegar, imagino que, a veces, ya sin ninguna utilidad, y aquellos otros en los que, ni tan siguiera, han llegado todavía. A pesar de esos casos, no dejo de animar a realizar comentarios y recibir mensajes –y a insistir en caso de no recibir respuesta. Esa es una de las finalidades de este medio que es el blog, supongo. Quizás, el hecho es que sea un bloguero impresentable o no tenga mucha conciencia en qué es realmente un blog. No sé si soy un pelotudo que tiene un blog, o es el mundo de los blogs quien tiene un pelotudo más que le escriba.

Siguiendo con lo anterior, con la asimetría de la que hablaba, y por lo que respecta a aquellos casos en los que hay respuesta a uno de esos comentarios de uno de esos anuncios apachurrados por el peso de la cronología, a veces pienso qué hará el autor del comentario que espere una respuesta que tarda en llegar: ¿entrará todos los días al blog para encontrar la respuesta, incrementando así el tráfico de sus páginas?, ¿tendrá algún mecanismo para enterarse de la actualización? –no sé si en este último caso los agregadores lo permiten, la verdad es que utilicé uno hace tiempo pero lo dejé aunque suene a sacrilegio por parte de alguien que dice tener un blog. Bueno, espero que el proceso no sea muy tortuoso y, parafraseando a Milton, largo y doloroso no sea el camino que lleva de la blogosfera a mi blog.

05 diciembre 2007

Aristotle on Project Management

Alrededor de unos 2.300 años antes de que se inventara la técnica del valor ganado, Aristóteles bien podría haber sentado las bases de uno de los métodos de medición del valor ganado, cuando dijo aquello de que “el principio es la mitad del todo”. Efectivamente, el método del 50/50 se utiliza para acreditar que una actividad aporta la mitad de su valor una vez se ha iniciado, y la otra mitad una vez ha finalizado. Esto puede ir bien siempre que uno no se quede pensando después de abrir la caja de las herramientas si realmente ya ha logrado la mitad del trabajo propuesto. O mejor aún, ¿tiene algún valor la mitad de algo?, ¿sirve la mitad de un puente para cruzar un río? –si se me apura, mi escepticismo empírico me hace a veces dudar de que el 100% de algo tenga algún valor: ¿sirve ese nuevo y flamante edificio para el fin para el que fue concebido?.

Pero, ¿qué tiene que ver, o mejor dicho, qué no tiene que ver esta máxima aristotélica con los proyectos inmobiliarios? Lo que sea que no tenga que ver, quizás pueda resolver una paradoja burbujeante del postladrillismo. A saber, hablas con amigos metidos en el sector, bien sea inmobiliarias, constructoras, bancos, pintores, fontaneros, chapistas, piseros, ventaneros, tallistas, etc., y ya te dicen que van teniendo menos trabajos, que no hay nuevos contratos, que se tarda en cobrar, o no se cobra, vamos, que ya no es lo que era. Pero uno pasea por cualquier lugar y de deforestación nada, sigue viendo una plantación de grúas que ríete tú de la explosión cámbrica. Claro, luego los que están ahí metidos hasta las cejas te cuentan que, obviamente, un edificio no se hace en cuatro días, que lo que se ve por ahí en construcción se comenzó a construir, o incluso se gestó su anteproyecto, antes del punto de inflexión. Y claro, el principio, ni tan siquiera la mitad, no son ni el todo ni su mitad ni la aceituna de Carpanta. Vamos, que no se lo endiñan ni a Aristóteles.

Hace un par de semanas, alguien en un evento de Dirección de Proyectos decía que su compañía producía y vendía tantas unidades al año, enfatizando el “vendía” por aquello de que el producto alcanza su verdadero valor, ya no materializado, sino cuando lo hemos entregado a un cliente, -¡y aunque vendido a un precio menor del convenido inicialmente!, aunque esto último no se dijo. Precisamente, en “El halcón maltés”, recientemente utilizado para ilustrar otras situaciones, asistimos a una escenificación notable de este hecho. En uno de los momentos de mayor clímax de la película, el detective Sam Spade se dispone a recibir por parte del villano Kasper el pago convenido por la figura del halcón:

SPADE: ¿Está dispuesto a hacer el primer pago y recibir el halcón de mis manos?
KASPER: Bien, en cuanto eso… aquí tiene –le responde entregándole un sobre que Spade abre.
SPADE: ¿Diez mil? Habíamos hablado de mucho más dinero.
KAPSER: Sí, en efecto. Pero esto es dinero de verdad. Con un dólar se puede comprar información por valor de 10.

Lo cuál nos lleva a una conversación que manteníamos algunos en una mesa, durante la comida después del evento. En el momento clímax de aquella conversación, alguien completaba la frase mencionada anteriormente del evento: producimos, vendemos, y cobramos tantas unidades al año.

Cobrar o no cobrar, ahí radica el valor. Lo que cuente el volao ese del blog de Dirección de Proyectos...