30 septiembre 2008

Sobre Almanzor, escalas y la gestión del tiempo

Una vez, descendiendo del pico Almanzor en la sierra de Gredos, un amigo mío y yo decidimos coger lo que pensamos que podía ser un atajo para llegar a la laguna de Gredos. Obviamente esa ruta no oficial no era la más idónea para un descenso senderista apacible, pero la pereza de desandar un camino difícil frente a avanzar otro de la misma calaña, pero que nos podía conducir a nuestro objetivo, podía más. Así, llegó un momento en el que lo que se nos interponía al frente parecía tomar una inclinación muy vertical, hecho que obligaría a dar un rodeo. Yo debatí con mi amigo que la distancia parecía ser muy pequeña hasta la base, mientras que él consideraba que debía ser bastante mayor. Finalmente, me di cuenta del flagrante error de mi estimación cuando distinguimos algunos senderistas andando por la base, por el camino oficial, con un tamaño relativo minúsculo que indicaba que la distancia era realmente considerable.

Mis sentidos se vieron engañados por un efecto de invariancia de escala. La naturaleza entrecortada y retorcida de la superficie rocosa de las faldas del pico Almanzor es de tal manera que esa estructura irregular se percibe de igual manera, independiente de la aproximación con que lo hagamos. Parece lo mismo a cualquier escala.

Un fenómeno similar ocurre en situaciones que suelen encajar con el criterio de Pareto, como por ejemplo el uso y rendimiento de nuestro tiempo. Pocos que no hayan hecho alguna incursión en ese escurridizo tema de la Gestión del Tiempo, no habrán oído hablar de la aplicación de la ley de Pareto a la gestión del tiempo, que viene a decir algo así como que con el 20% de nuestro tiempo conseguimos el 80% de nuestros resultados, mientras que el 80% restante de nuestro tiempo sólo contribuye al 20% de nuestros resultados. A veces, este fenómeno no suele ser bien entendido cuando, cegados por la búsqueda de atajos, creemos que podemos reducir nuestro tiempo de actividad, eliminando esa porción que no contribuye a ningún resultado, y aumentar así nuestra eficiencia. Pero eso es cometer el mismo tipo de error que cometí yo al estimar la distancia que nos separaba de la base de la montaña. El mapa de uso de nuestro tiempo y resultados alcanzados es como el de la Sierra de Gredos: tiene la misma apariencia en cualquier escala con que se mire. Eso quiere decir que si reducimos el tiempo que invertimos en realizar alguna tarea, el 80% de los resultados que consigamos en todo ese tiempo seguirá proviniendo del 20% de ese tiempo. Da lo mismo que invirtamos más o menos tiempo, el 80% de ese tiempo se irá de forma irremediable en una pequeña porción de nuestros resultados. Aunque no deja de jugar un papel crucial para alcanzar el 100% de los resultados. Es un hecho que ha muchos gestores les cuesta mucho de asimilar, pero la “improductividad” sana también es necesaria para conseguir resultados.

El sol implacable de julio ya caía a plomo sobre nuestras cabezas cuando, después de algunos rodeos improductivos alcanzamos finalmente la laguna de Gredos. Objetivo cumplido.

28 septiembre 2008

La seudo-ciencia dañando los mercados

Me voy a enfundar la camisa de once varas otra vez. Quizás algún “experto” o “gurú” en la materia pueda pensar que no tengo la menor idea sobre lo que hablo. Y sí, es posible que tenga razón. Pero, quizás, también estemos empatados porque yo pienso lo mismo de ellos. Quizás, nuevamente, como rezaba aquel bolero, el empate no sea perfecto después de todo porque yo, al menos, soy consciente de mi ignorancia y ellos, para su propia desgracia –o, al menos, para la nuestra como pasajeros del avión que ellos “pilotan”-, no.

Y no hay nada como estas últimas semanas de montaña rusa financiera y espectáculo ferial variopinto para ilustrarlo. Que si lo compro, que si no; que si lo salvamos de la quiebra, que si lo dejamos caer con todo el equipo; que si intervengo en el mercado, que si no, que si pongo la marcha atrás; que si está bien, que si no; que si liberalismo, que si intervencionismo; que si donde dije digo, digo Diego; que si la culpa fue del cha-cha-chá. La situación me recuerda a cuando, paseando por el campo, pisas y rompes sin darte cuenta una línea de hormigas entre un hormiguero y la fuente de comida. Durante unos instantes, las hormigas que van llegando a la discontinuidad comienzan a deambular desorientadas sin rumbo claro, dando palos de ciego. Pues eso es lo que parecen nuestros flamantes expertos en estos momentos de turbulencias financieras. Por no conseguir, no consiguen ni ponerse de acuerdo –aunque reconozco que en una materia tan seudo-científica como la economía y la sociología, eso es imposible; es más una cosa de modas pasajeras, ideologías y opiniones.

El pasado octubre del año pasado, Nassim Taleb publicó un artículo en el Financial Times, precisamente con el título que yo he plagiado para el de esta entrada, que, viendo lo que se cuece estas semanas, parecería que se hubiera escrito ayer. El original en inglés lo podéis encontrar aquí. Por mi parte, he decidido reproducirlo en castellano porque, como casi todo lo de
Taleb, no tiene desperdicio. Ahí va:

El último agosto (del año 2007), el Wall Street Journal publicó unas declaraciones de un economista financiero, Matthew Rothman, en las que manifestaba su sorpresa ante una cadena de eventos que experimentaron los mercados financieros y que “suceden una vez cada 10.000 años”. Una fotografía que acompaña el artículo revela que la edad de Rothman es mucho menor que 10.000 años, por lo que es razonable asumir que su asunción no está basada en su propia experiencia empírica sino más bien en algún modelo teórico que permite calcular el riesgo de los eventos poco comunes, o lo que él percibe como eventos poco comunes.

Las teorías que Rothman estaba utilizando para calcular las probabilidades de estos eventos eran métodos desarrollados por premios Nobel pertenecientes a lo que se conoce como Teoría Moderna de la Cartera (TMC), diseñada para calcular los riesgos de carteras financieras. Los métodos de la TMC han recibido varias veces el premio Sveriges Riksbank de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. El premio fue creado y es mantenido por el banco central de Suecia y se suele confundir con los premios Nobel creados por Alfred Nobel hasta el punto de denominarlo equivocadamente “premio Nobel de Economía”.

La TMC calcula cosas tales como “sigmas”, “betas”, “ratios de Sharpe”, “correlación”, “valor en riesgo”, “carteras óptimas” y “modelo de fijación de precios de activos de capital” que son incompatibles con la posibilidad de esos eventos poco comunes que yo llamo “cisnes negros” (debido a su rareza dado que la mayoría de los cisnes son blancos). Así, el problema no es que el premio sólo sea un insulto a la ciencia, sino que ha puesto el sistema financiero en riesgo de estallidos.

Yo fui un corredor y un gestor de riesgos durante casi 20 años (antes de sentir la fatiga de la batalla). No hay ningún modo en que el conocimiento acumulado del riesgo en los mercados por mi y mis colegas pueda pasarse a la siguiente generación. Las escuelas de negocio bloquean la transferencia de este conocimiento práctico y nuestros trucos empíricos, de manera que el conocimiento muere con nosotros. Yendo de crisis en crisis, hemos aprendido que la TMC tiene la misma validez empírica y científica que pueda tener la astrología (y sin su estética), siendo estas lecciones ignoradas en lo que se enseña a los 150.000 estudiantes en escuelas de negocio de todo el mundo.

Los economistas académicos no son más interesados que otros profesionales. En realidad, deberíamos culpar a todos aquellos que viven en el mundo real y que les proporcionan los medios para que sean tomados en serio: a esos que tienen el premio Nobel.

En 1990, William Sharpe y Harry Markowitz recibieron el premio Nobel tres años después del estallido financiero de 1987, un evento que, como poco, destruyó por completo las ideas de los premiados acerca de la construcción de carteras. Aún más, el hundimiento de 1987 no fue ninguna excepción: el gran matemático y científico Benoît Mandelbrot mostró en los años 60 que estas variaciones salvajes juegan un rol acumulativo en los mercados –sólo son inesperados para los bobos de las teorías económicas.

Luego, en 1997, la Real Academia Sueca de las Ciencias concedió el premio a Robert Merton y Myron Scholes por su fórmula de fijación de precios de opciones. Yo (y otros muchos corredores) encontramos el premio ofensivo: mucha gente, como el matemático y corredor Ed Thorp, habían utilizado años antes un enfoque más realista a la fórmula. Lo que hicieron Merton y Scholes fue hacerla compatible con la teoría económica financiera, rederivándola asumiendo “cobertura dinámica”, un método que consiste en un ajuste continuo de las carteras mediante la compraventa de valores en respuesta a las variaciones de precio. La cobertura dinámica asume que no hay saltos –por lo que falla de forma miserable en todos los mercados y así lo hizo en 1987 (fallos que a los libros de texto no les gusta mencionar).

Más tarde, Robert Engle recibió el premio por “ARCH”, un método complicado para la predicción de la volatilidad cuyas predicciones no son mejores que las de otras reglas más simples –tuvo un éxito académico a pesar de que su rendimiento fue peor que el de las predicciones más simples que mis colegas y yo utilizábamos para ganarnos el pan.

El entorno de la economía financiera recuerda el de la medicina medieval, que rechazó la incorporación de las observaciones y experiencias de barberos y cirujanos plebeyos. La medicina solía matar más pacientes de los que salvaba –de la misma manera que la economía financiera pone en peligro el sistema creando más riesgo en vez de reducirlo. Pero, ¿cómo adquirió la economía financiera la apariencia de una ciencia? Desde luego, no mediante la experimentación (quizás el único verdadero científico que recibió el premio Nobel fue Daniel Kahneman, quien resulta ser un psicólogo en vez de un economista). Lo hizo ahogándonos en las matemáticas con “teoremas” abstractos. El libro del profesor Merton “Continuous Time Finance” contiene 339 ocurrencias de la palabra teorema (o equivalente). Un libro medio de física de la misma longitud tiene 25 ocurrencias. Así, mientras los modelos económicos, como se ha mostrado, apenas funcionan mejor que las figuraciones al azar o la intuición de un taxista, la física puede predecir un abanico amplio de fenómenos con una precisión de diez decimales.

Cada vez que he cuestionado estos métodos se me ha replicado de forma abrupta con que “ellos tienen el Nobel”, contra lo que me ha sido imposible discutir. Existen incluso asociaciones profesionales tales como la Asociación Internacional de Ingenieros Financieros que participan en el encubrimiento y promoción de esta seudo-ciencia entre las instituciones financieras. El conocimiento y la concienciación del riesgo que estamos acumulando de la crisis actual de las subprime y sus consecuencias no pasarán con toda seguridad a las escuelas de negocio. En la docena de crisis y experiencias previas no lo hizo. Irá agonizando con nosotros, a menos que desacreditemos ese absurdo premio Sveriges Riksbank de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel comúnmente llamado “Premio Nobel”.

18 septiembre 2008

Crepúsculo veraniego

Veo que las motivaciones por las que sugería ver esta película siguen vigentes...

Vean, vean...

Otra reflexión

Una obviedad es una obviedad hasta que llega un día en que la menta un gurú. Entonces pasa a ser una observación inteligente y adquiere el estatus de verdad revelada.

10 septiembre 2008

Grandes proyectos científicos

Hoy se pone en explotación el mayor proyecto científico de todos los tiempos.


Algunos números:

  • 4.200 millones de euros de coste.
  • 14 años de duración -sin contar otros 10 de desarrollo de la idea.
  • Miles de personas de 80 países diferentes.
  • La nevera más grande jamás construida como para mantener 150.000 neveras llenas de longanizas a 271 grados bajo cero.
  • 9.800 toneladas de nitrógeno líquido y 54 toneladas de helio líquido para enfriar 9.300 imanes a 271 grados bajo cero; más frío que el espacio exterior.
  • Una cámara de vacío con una presión 0,0000000000001 veces menor que la atmosférica: más vacía que el espacio exterior.
  • No sólo más frío que el espacio exterior, sino que, cuando se produzca el choque de protones, se llegará a alcanzar una temperatura 100.000 veces más grande que la del centro de nuestro sol, aunque concentrada en un espacio muy minúsculo –no servirá para asar pollos, vamos.
  • El supercomptador, distribuido en 33 países, más grande el mundo que tendrá que absorber la ingente cantidad de información que producirán -un 1% de la producción mundial- los experimentos, como para llenar un CD cada segundo, o casi dos millones de DVDs al año.

¿Por qué? Para saber –o al menos intentarlo-:

  • Cuál es el origen de la masa.
  • De qué puede estar hecho el 96% de lo que está compuesto el universo, que no es del tipo de materia que conocemos –no es que no sólo no somos el centro del universo, sino que estamos hechos de algo completamente marginal en cuanto a la composición del universo.
  • Por qué hay mucha más materia que antimateria –la antimateria sigue formando parte de ese 4% de lo que conocemos, ojo.
  • Qué pasó durante el primer segundo de existencia de nuestro universo.
  • Si existen más dimensiones además de las tres que conocemos: arriba-abajo, izquierda-derecha y delante-detrás.
  • 11/09/08 Se me olvidaba, porque se producen resultados colaterales como la Web, la computación distribuida y nuevos tratamientos del cáncer.

08 septiembre 2008

¿Granizada sobre mi proyecto? El regreso de los cuellos de botella fantasma

Hace unos tres meses desmitificamos el excesivo protagonismo que se suele dar a los cuellos de botella en la creación de atascos en un sistema, y destacamos el que tienen las pequeñas fluctuaciones a las que están sujetas sus partes. Vamos ahora a indagar un poco más en sus sutiles influencias. Y recurriremos de nuevo al caso del tráfico de vehículos.

Quien haya estado en un atasco o retención en una autopista, formado antes de la eliminación de un carril, habrá estado tentado a pensar muchas veces que si no fuéramos tan egoístas, y guardáramos una distancia al vehículo de enfrente lo suficientemente grande como para que los vehículos que tienen que abandonar el carril que está cortado se puedan incorporar al nuestro, sin que por ello tengan que aminorar su velocidad y detenerse, la retención o el atasco podría evitarse. Estas dos formas de proceder vienen representadas en el siguiente par de simulaciones; la egoísta a la izquierda y la cooperativa a la derecha.



Pero, como vimos en la película incluida en aquella entrada, no se necesita más de un carril para que se produzca la retención, ni tan siquiera un obstáculo físico. La causa de la aparición de la retención es algo como cierto valor crítico de la densidad de vehículos por unidad de longitud. Obviamente, si la densidad de vehículos en la figura de la derecha estuviera por debajo de la crítica no habría nada que impidiera que funcionase. Pero también puede darse el caso de que, incluso habiendo suficiente espacio para permitir que los vehículos que abandonan el carril cortado para incorporarse al otro de una forma ordenada, la densidad de vehículos esté por encima de la crítica, con lo que el sistema estaría fuera de su equilibrio natural. Cualquier pequeña fluctuación provocará esa transición de fase de la que hablábamos y se producirá la retención. En realidad, la simulación de la derecha será muy bonita y perfecta, pero no tiene en cuenta el hecho de que existan fluctuaciones estadísticas en el estado de las partes del sistema; en este caso la velocidad de los vehículos. Por tanto, nuestro gozo en un pozo. La solución de la cooperación, que parecía tan buena, no lo es en el fondo. Aprovecho esto para efectuar la distinción entre una inspección superficial de los hechos, sin ningún tipo de elaboración intelectual, y otra que va más allá de lo aparente, más crítica. Es esta última la más adecuada para encontrar soluciones.

Que hayamos dicho que estas configuraciones, como la de la simulación de la derecha, estén fuera del equilibrio, no quiere decir que no puedan mantenerse durante algún tiempo –esto es, la transición de fase no tiene por que producirse de forma inmediata. A veces pueden mantenerse durante algún tiempo dentro de lo que se llama un equilibrio metaestable. Por ejemplo, el agua pasa de estado líquido a sólido (hielo) a 0 grados centígrados. Pero a veces se puede enfriar por debajo de los cero grados manteniendo su estado líquido; sólo que cualquier perturbación hará que se solidifique repentinamente. Un fenómeno nada extraño que se produce sobre nuestras cabezas cada vez que vemos una granizada. Así que no nos extrañe que nuestra solución a la retención pudiera funcionar durante un momento. Sólo habría que esperar a que se produjera la primera perturbación, fluctuación, esa pequeña variación en la velocidad de alguno de los vehículos para que, ¡zas!, nos quedemos atascados.

Aprovecho la coyuntura para parabolizar un poco. Nuestro miedo al conflicto –en un proyecto, aunque sea en pequeñas dosis, es inevitable- hace que, para evitar que llueva y mojarnos, sobreenfriemos el ambiente. Lo único que conseguimos es crear artificialmente una situación metaestable que dura lo que se tarda en que cualquiera de los pequeños detalles que se suceden continuamente en el proyecto, una mínima chorrada, desate la caja de los truenos y una tremenda granizada asole nuestro proyecto. ¿Efecto mariposa? No, efecto “todo va bien”. Y, como dice Murphy, si crees que todo va bien en el proyecto es que no te estás enterando de nada.

04 septiembre 2008

Feynman on Project Management

Debido al comentario de Improbable en la anterior entrada, no he podido evitar comentar algo sobre las enseñanzas que podemos obtener de Richard Feynman para la Dirección de Proyectos: curiosidad, pasión por la incertidumbre, integridad intelectual, enfrentarse a lo desconocido a pecho descubierto, sin corsés ni esquemas mentales preconcebidos.

En primer lugar, un grandioso ejemplo de una explicación sencilla, clara y objetiva de las razones que pueden subyacer a un hecho. Sin el tipo de lenguaje oscuro y/o rimbombante que se utiliza para disimular el hecho de que no se tiene nada que decir: su célebre comparecencia televisada en la comisión Rogers que investigó las causas del accidente del transbordador espacial Challenger. Quiero hacer especial hincapié en que, cuando unas líneas más atrás decía objetiva, no me refería a que la explicación sea o no demoledora –independientemente de que en realidad determinara la causa-, sino a que el proceso utilizado es objetivo, permite mantener un debate en un nivel objetivo susceptible de llegar a unas conclusiones que se tornan inevitables para todo el mundo –es decir, aquello no se convierte en un gallinero ni un tratado de filosofía posmoderna-. En esos términos es como debería llevarse una sesión de control de un proyecto y un análisis de causas de desviaciones.




En segundo lugar estas declaraciones en una entrevista con la BBC en las que habla de nuestra posición ante lo desconocido y nuestra convivencia con la incertidumbre –¿suena de algo?-. Toda una declaración de principios.






Y por último, amigos, por qué la Dirección de Proyectos -como subconjunto de otras disciplinas- no es una ciencia.




No es lo que sabemos lo que importa, sino lo que aún no sabemos –y nuestra predisposición a querer conocerlo-. Porque vivimos en un mundo de incertidumbres y no de certidumbres. Entonces, ¿por qué demonios se juzga a un candidato por lo que hay escrito en su currículum y no por los espacios en blanco? No debería extrañarnos por que nos pilla siempre el toro.

03 septiembre 2008

Determinismo, aleatoriedad, Deming y barbaridades estadísticas

Leo en esta noticia algo, una interpretación, que también suele ser habitual en una sesión de control de un proyecto, análisis de ventas de una empresa, etc. Al parecer, durante el fin de semana de hace dos semanas, hubo una víctima mortal más en accidentes de tráfico que en el mismo periodo del año pasado. Como a lo largo del 2008 estas cifras habían venido siendo menores respecto a sus respectivas del año anterior, la conclusión del periodista es que ha habido un “frenazo al descenso de muertes en la carretera”. ¿Podemos ser tan categóricos en la conclusión? ¿O más bien nos estamos dejando cegar por una mala comprensión de la aleatoriedad? Concretamente una confusión en lo que Deming denominó “comprender la variación de un sistema”.

Todo comienza cuando nos dejamos llevar por la ilusión de que una variable es determinista, posee un valor determinado, cuando, en realidad, está sujeta a fluctuaciones estadísticas. A las variaciones producidas por las fluctuaciones estadísticas, una especie de ruido intrínseco al propio sistema debido a la aleatoriedad, se las denomina variaciones de causa común. Mientras que a las variaciones que van más allá de ese rango, producidas por agentes externos al sistema, se las denomina variaciones de causa especial. Mejoras en el estado de las carreteras, eliminación de puntos negros o disuasión en hábitos de conducción peligrosos mediante el sistema de puntos, serían causas especiales con el fin de reducir el número medio de accidentes. Pero un número medio es precisamente eso, un promedio. Las variaciones de causa común hacen que los valores reales fluctúen alrededor de ese promedio. Y siempre van a estar ahí.

Hay que comprender la variación de un sistema si se quiere mejorar su funcionamiento, dice Deming. Y para ello hay que evitar cometer dos errores: tratar las variaciones de causa común como de causa especial -que es lo que se hace en la noticia citada al inicio- o tratar las variaciones de causa especial como de causa común. Una pequeña variación, aunque cambie la posible tendencia, tendrá con mayor probabilidad una causa común que una especial –que las acciones emprendidas para reducir el número de accidentes hubieran dejado realmente de tener efecto, cosa que finalmente no ha resultado ser así-. La aleatoriedad tiene esas cosas.

Por lo que respecta a la Dirección de Proyectos, el error de forzar o violentar al sistema al tomar una variación de causa común como una especial, se puede dar en el seguimiento y control de un proyecto, y las decisiones que toma el jefe de proyecto basadas en esa medida del rendimiento. Respondiendo a pequeñas variaciones o desviaciones realizando cambios puede acabar con empeorar su curso. Que el ruido no nos ponga nerviosos.

02 septiembre 2008

La Aventura de Aprender: un tanto para El Corte Inglés

En una cultura mediática y mediocre que menosprecia la ciencia y la curiosidad, y fomenta, en cambio, el pensamiento mágico, el relativismo y la ociosidad intelectual, nos encontramos, de vez en cuando, con atisbos de esperanza, como este anuncio:



Animo a El Corte Inglés a seguir en esta línea y afine más la clasificación temática de sus librerías, reubicando todos los libros pseudocientíficos que se encuentran, por error, en las estanterías dedicadas a divulgación científica.