Si analizamos el dilema al que se enfrentaban los dos jefes de proyecto de la UTE a la luz de la herramienta estratégica presentada en el último anuncio, llegamos a una solución racional producto de que ambos escojan la estrategia de no recortar el plazo. Efectivamente, en esta solución situada en la casilla inferior derecha de la tabla -en la que ambos obtienen una desviación en presupuesto nula-, la única forma de que cada jefe de proyecto pueda mejorar su resultado -es decir una de las soluciones de los cuadros superior izquierdo o inferior derecho producto de que uno escoja la estrategia de recortar el plazo y el otro no-, es a costa de que el otro jefe de proyecto empeore su resultado, con lo que si uno fuera a utilizar la estrategia de recortar el plazo el otro también lo haría para no quedar como un primo, lo que nos lleva a la solución superior izquierda en la que ambos tienen una desviación negativa de 10.000 €. Una solución que es, a todas luces, peor que la inferior derecha –y para el proyecto no digamos. Así pues, si nos comportamos como seres racionales, y no como unos locos de atar como dice el siciliano, la única solución buena para ambas partes es la inferior derecha en la que ambos jefes de proyecto no se gastan ni un euro más ni uno menos de sus respectivos presupuestos –si alguien está pensando que tampoco es para echar muchos cohetes que haga una reflexión acerca del estado presupuestario de sus proyectos o eche un vistazo a las estadísticas.
Hasta aquí la teoría. En la práctica mucho me temo que el resultado más probable sea el de la casilla superior izquierda. Y seguro que al lector, durante sus reflexiones sobre este dilema, se le habrán pasado por la cabeza multitud de situaciones de la vida similares, muchas más de las que a todos nos gustaría admitir, con resultados igualmente análogos. Hay que notar, además, que esta trágica solución no sólo no es la mejor para ambos jefes de proyecto, sino que supone un gratuito descalabro económico para el proyecto en su totalidad y para la UTE o la organización en general –hecho que muy bien destaca un comentario anónimo al anterior anuncio. Aún así, la naturaleza humana parece llevar en muchos casos a este tipo de situaciones aparentemente irracionales. Estudiando este tipo de comportamientos humanos andaban dos investigadores de RAND cuando, a principios de 1950, idearon un dilema con las mismas características del que se enfrentan nuestros jefes de proyecto, y que fue popularizado posteriormente con el nombre de dilema del prisionero. Utilizando su terminología, la solución de la casilla superior izquierda, en la que ambos jefes de proyecto recortan el plazo, recibe el nombre de deserción, mientras que la de la casilla inferior derecha, en la que ambos no recortan el plazo, recibe el nombre de cooperación. En la cooperación ambos jefes de proyecto renuncian a la tentación de elegir sus mejores estrategias para obtener el mayor beneficio que se puede obtener de forma colectiva, ya que si ambos escogen sus mejores estrategias les irá indudablemente peor. La lógica está clara; pero, ¿puedo confiar realmente en la otra parte? La tentación a desertar es fuerte: si uno renuncia a su mejor estrategia, y el otro no, pierde 20.000 € de su presupuesto mientras que el otro gana 10.000 €. ¡A pesar de que el proyecto en su totalidad seguiría perdiendo 10.000 €! Pero a estas alturas en la escalada de desconfianza, ¿quién piensa ya en el proyecto? Esta es la esencia de lo que los investigadores de RAND quisieron transmitir con el dilema del prisionero.
En el comentario que hace elnidodelescorpion, adelanta otros aspectos relacionados con el dilema del prisionero, tales como el de la comunicación entre ambos jugadores para llegar a un acuerdo de mutuo beneficio, y el de qué ocurre si nos volvemos a encontrar para jugar dicho juego. Sobre la cuestión de la iteración hablaremos en el siguiente anuncio, pues tiene consecuencias importantes para una posible solución del dilema. Por lo que respecta a un cuerdo entre las partes, una negociación previa a la toma de la decisión siempre allanará el camino para la confianza mutua, hecho que puede mitigar la tentación de desertar. Aunque no en todas las situaciones de la vida la deserción es una mala opción. El dilema del prisionero se encuentra también detrás de actividades como una guerra de precios. Las regulaciones que hacen los gobiernos para asegurar la libre competencia y la defensa de los consumidores no hacen más que fomentar la deserción entre las empresas de un mismo sector para evitar que lleguen a acuerdos para pactar precios altos que les haga obtener grandes beneficios en detrimento del consumidor. Esta última situación sería la de cooperación.
En cualquier caso, la comunicación tampoco asegura que el acuerdo se vaya a mantener a la hora de la verdad. Para muestra, un botón. Cosas de la naturaleza humana.
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