23 febrero 2009

Kahneman y Taleb juntos

El pasado 27 de enero, Daniel Kahneman y Nassim N. Taleb intervinieron en un evento organizado por Edge en Munich en el que conversaron y reflexionaron sobre la reciente crisis financiera, en concreto sobre los sesgos retrospectivos, la ilusión de los patrones, la percepción del riesgo y la negación –pinchar sobre la imagen del final para acceder al video completo-.

Al parecer, el enésimo porrazo –yo no diría de un sistema sino de un modelo que pretende autoerigirse como una ley de la naturaleza y ser capaz de predecir la evolución del sistema- de gurulandia ha sacado del olvido otra vez los resultados y conclusiones a las que llegaron Kahneman y colaboradores durante los años 70 y 80, y que le hicieron merecedor del, quizás único digno que se haya concedido, pseudonobel de Economía –me niego a reproducir el término ciencia-. Unos resultados que podría resumir, de forma muy personal y poco ortodoxa, diciendo que vienen a decir que si hay algo en ese campo que pueda denominarse gurú, desde luego es de pandereta. Y ahí lo tenemos junto con el azote más reciente que se ha erigido contra los tocapanderetas.

Está bien verlos juntos, pero he de reconocer que el debate me ha decepcionado un poco. Taleb asume el papel de poli malo cargando las tintas contra los bancos. Y, en cierta manera, me apena ver, en esta intervención y en otras cuyas grabaciones están proliferando en Youtube, que pueda convertirse en una caricatura de sí mismo. Kahneman, por el contrario, asume en ese punto un papel más compasivo de padre comprensivo con los errores de unos hijos de los que es consciente que están abocados a cometer al no tener otras alternativas. Es pues, en este punto, donde sus visiones divergen: Kahneman está dispuesto a seguir dejándoles jugar con un juguete que no tiene ninguna utilidad porque, en el fondo, es lo único que tienen, mientras que Taleb quiere quitárselo de las manos ya, sin más dilación, porque cree que es un peligro en sus manos. Pobres niños, qué harían sin sus panderetas.

2 comentarios:

  1. Gracias por compartirlo.

    A mí el debate me dejó con gusto a poco. En particular, me parece que Taleb, bastante más extrovertido que Kahneman, acaparó el tiempo.

    Lo que yo entiendo es que Kahneman no estaba diciendo que hay que dejarles la pandereta porque sino pobres chicos se aburren (por tocar la pandereta ganan por año más de lo que yo podría hacer en varias vidas, pero es otra historia). Lo que yo le entiendo a Kahneman es que, por más justo y sustentable que sea un sistema, será difícil de implementar si va en contra de los sesgos y la forma de pensar que tenemos más o menos pre-cableadas los humanos (más o menos lo mismo dice Pinker)

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  2. Bueno, disculpadme entonces por la ironía, ya sé que verlos tocar la pandereta puede llegar a costarnos bastante dinero. Pero, ironías aparte, voy a hacer dos comentarios acerca de la intervención de Kahneman a partir del minuto 36:

    La cruda realidad de la compasión de Kahneman no es, a mi entender, el reconocimiento de que tenemos un montón de defectos evolutivos que nos ciegan frente a la incertidumbre, y que impide implementar un sistema más justo y sustentable que el que ya tienen, sino el reconocimiento más crudo de que ni tan siquiera existe un sistema alternativo porque, como abogaría más decididamente Taleb, no podemos predecir el futuro de algunas creaciones nuestras como son la sociedad, la economía o las finanzas. Por eso es por lo que Kahneman dice que no podemos esperar que dejen algo a lo que no les queda más remedio que aferrarse como a un clavo ardiendo (en clara oposición a la opinión de Taleb), y lo ilustra con dos ejemplos que, en mi opinión, considero que son muy desafortunados.

    El primero es el servicio meteorológico. Es de mucha utilidad para advertirnos por la mañana, antes de salir de casa, del tiempo que va a hacer ese día. Aunque nada útil para avisarnos con antelación de la llegada de un huracán, pero no por eso dejamos de utilizarlo. Pues bien, comparar una ciencia como la meteorología con las finanzas, sin ningún tipo de base científica, no me parece un argumento justo, a menos que se desee elevar injustificadamente el estatus de la segunda al de la primera. La meteorología se basa en teorías científicas fundamentales completamente contrastadas que describen con gran acierto parcelas de la naturaleza. Otra cosa es que la meteorología aborda aspectos muy específicos en los que, en la práctica, es muy difícil obtener respuestas muy concretas debido a la gran cantidad de parámetros a tener en cuenta, limitaciones de cálculo, o porque el carácter no lineal de las ecuaciones junto con los métodos iterativos de resolución aproximada que se utilizan producen lo que se llama caos determinista -que, por cierto, no tiene nada que ver con el caos, pese al desafortunado nombre con que se bautizó al principio-. Por el contrario, en economía, hasta donde tengo conocimiento, no existe ni tan siquiera una teoría fundamental de las finanzas el estilo de, digamos, la termodinámica; grandiosa ciencia que está detrás en gran parte de la meteorología y cuya acertada descripción de ciertos fenómenos naturales nos permite construir cosas como las neveras –una descripción que, por cierto, no tiene lunes negros, ni crisis refrigeradoras, ni le afecta la desconfianza de sus usuarios y lo que era un proceso endotérmico pasa a ser caprichosamente exotérmico. Aún no veo yo un equivalente a las leyes de Newton en las finanzas, vamos.

    El segundo es la anécdota de los soldados suizos que se pierden en los Alpes y al final consiguen llegar al cuartel. Dándolos por perdidos, les preguntan cómo han conseguido regresar, a lo que contestan que tenían un mapa que muestran. Su superior mira el mapa y, estupefacto, les dice: ¡pero si es un mapa de los Pirineos! La utilidad de esta narración como argumento de que algo erróneo puede ser de utilidad -basta con la confianza que se deposite en ello-, se esfuma inmediatamente si la enfrentamos al sesgo de la confirmación o, como le gusta decir a Taleb, la falacia narrativa. La historia contada por alguien que ha sobrevivido con el mapa erróneo gracias a la suerte puede parecer impresionante; pero, como diría Diágoras, ¿dónde están todos aquellos que, en un número muy superior, no sobrevivieron con el mapa erróneo? Aún no me explico cómo no fue esta la réplica de Taleb -de verdad, que flojitos que estuvieron-. Al menos en este segundo ejemplo, porque en el primero tampoco veo muy ducho a Taleb –de hecho, es relacionado con el primer ejemplo donde considero que Taleb comienza a patinar en su último libro, no todo van a ser alabanzas a su filosofía, pero eso queda para otro día-.

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