28 septiembre 2010

La persistencia de la memoria

Un día como hoy de hace treinta años se escucharon por primera vez en la televisión estas palabras:

“El Cosmos está constituido por todo lo que es, lo que ha sido, o lo que será”.

Se trataba del estreno en EEUU de la monumental serie de divulgación científica Cosmos. En concreto, es la frase con que comienza el primer capítulo de la serie, emitida por primera vez el 28 de septiembre de 1980.

Cosmos es una serie documental que probablemente muchos recordarán, aunque no creo que tan intensamente, tan a flor de piel, con tal hormigueo en la espina dorsal, como la gente de mi generación. En realidad, en España tuvimos que esperar cuatro años a que fuera emitida por TVE durante el invierno de 1984-85. Pero, en verdad, fue el momento justo para aquellos privilegiados que hace veintiséis años teníamos 14 septiembres, más o menos. Estoy seguro que con diez años no hubiera sido lo mismo. Pero en ese momento justo, cuando comienza a despuntar el alba de los amores de la vida, justo en ese momento sirvió para fundamentar vocaciones incipientes, si no iniciarlas desde la ausencia. Aún hoy, se me pone la carne de gallina cuando escucho la misma música que podéis estar escuchando vosotros si le habéis dado al play sobre el widget musical que encabeza esta entrada.

Aunque a primera vista Cosmos es una serie que narra el esfuerzo titánico que el ser humano ha realizado para explicar el vasto mundo que le rodea y comprender su posición en el mismo, en realidad es mucho más que eso. Tiene que ver con la inquietud intelectual, la capacidad de hacerse preguntas, la falta de pereza a la hora de no dar nada por sentado, la honestidad frente a los hechos, el placer por descubrir… Una serie de habilidades que el creador de la serie, Carl Sagan, supo imprimir a través de una narración elocuente y precisa, a la vez que poética, y que es en gran medida responsable de su éxito internacional. Una serie de habilidades que la Naturaleza ha seleccionado de entre el amplio acervo humano como aquéllas idóneas para desvelar sus secretos. Una serie de habilidades que, en definitiva, constituyen lo que conocemos como Ciencia.

Si bien estas habilidades sólo son requeridas de manera estricta por el juez de la Naturaleza, no cabe duda que constituyen una excelente enseñanza y una buena influencia a la hora de transitar por otros campos, como la Economía, la Sociología y la Política –por qué no el Management e incluso la Dirección de Proyectos- que no disponen de un juez estricto como el de la Naturaleza pero que se pueden beneficiar igualmente del uso de dichas habilidades. Sin embargo, no deja de ser curioso, cuando no aterrador –el siglo XX está repleto de ejemplos de este último tipo-, que supuestas grandes figuras de estos campos dictaminen que sí existe dicho juez –así lo es cuando afirman que son disciplinas científicas- cuando la aplicación en dichos campos de las habilidades que he citado anteriormente brilla en la mayoría de los casos por su más total y absoluta ausencia. En este sentido, Cosmos no es un mero documental de divulgación científica. Además transmite una serie de valores muy útiles para enfrentarse al mundo y a la vida en sus diversas facetas.

Para mí, existe un capítulo de la serie que ilustra a la perfección este espíritu. Me refiero al tercer capítulo, donde se narra la lucha de Kepler contra el celo de los planetas en desvelar su caprichoso movimiento alrededor del Sol. Y la lucha, no menos dramática, consigo mismo. El capítulo da comienzo con la siguiente frase enigmática:

“Hay dos formas de ver las estrellas. Como son realmente y como desearíamos que fuesen”.

Kepler dedicó gran parte de su vida a intentar desvelar qué hacía que los planetas se movieran alrededor del Sol en la manera que lo hacían. La primera parte de este esfuerzo, durante las postrimerías del siglo XVI, está marcada por el intento frustrado de enmarcar las pocas observaciones de las que disponía con ideas vigentes muy arraigadas desde los tiempos de Aristóteles y Platón, como son el círculo y los cinco sólidos regulares. Con el advenimiento del nuevo siglo XVII, y en disposición de un mayor número de observaciones, además de mucho más precisas, descubre que la única manera de dar cuenta de las observaciones es renunciar a las órbitas circulares y sustituirlas por elipses. Además, como regalo por haber enfocado el problema desde la orientación adecuada, obtuvo “gratis” la manera de calcular las posiciones de los planetas en cualquier momento además de otras relaciones. Esto que ahora puede parecer muy trivial, no lo era en la época de Kepler. Hacia el final del capítulo, la voz de Carl Sagan prosigue:

“Cuando (Kepler) vió que sus apreciadas creencias no concordaban con las observaciones precisas, aceptó la triste realidad. Prefirió la cruda verdad a sus más queridas ilusiones”.

Después de un silencio tenso, resuelve:

“Ese es el corazón de la ciencia”.

La serie está llena de momentos como éste. Aún recuerdo muchos de esos momentos tal como los viví esas noches mágicas del invierno de 1984-85. Pero lo fascinante de todo ello es que, después de 26 años, un par o dos de revisiones, y haber llegado sus contenidos a ser incluso mi trabajo durante algún tiempo, sigo sintiendo un hormigueo en la espina dorsal cada vez que los veo. Los momentos se han sucedido incluso después de la serie. Sirva el siguiente montaje como colofón a esta nota conmemorativa.


No sabría decir en qué medida aquella experiencia del invierno de 1984-85 ha marcado mi vida. Pero a buen seguro le debo parte de lo que he llegado a ser, lo que he sido durante los últimos veintiséis años, o lo que seré.

2 comentarios:

  1. peparrobatap1973.comdomingo, octubre 10, 2010

    Muchas gracias Diego por hacernos recordar COSMOS. Me abraza la emoción, y un escalofrio recorre mi cuerpo al recordar los episodios de Cosmos.
    En cuanto al mensaje de Carl Sagan, en la serie él respondía con una ecuación respecto de la posibilidad de encontrar otra civilización inteligente en los confines del universo, y recuerdo que una de las variables era la supervivencia de la civilización misma. No sé qué añadiría Sagan a día de hoy, yo me debato entre la esperanza de un mundo mejor para generaciones venideras y el pesimismo por el ensimismamiento de nuestra sociedad. Acaso el hombre es un lobo para el hombre (Hobbes), o bien debemos decantarnos hacia los postulados de Rousseau, respecto a las posibilidades que brinda la educación al ser humano (el hombre es bueno por naturaleza, decía. Jamás la humanidad había tenido al alcance de la mano las posilidades que la técnica pone a la alcance del binestar del ser humano, pero nuca como ahora nos habíamos mirado tanto el ombligo.

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  2. Simplemente me fascinó tu post. Felicidades por tu blog, va al feed...

    Yo aplico Scrum desde hace años y ando muy metido en el tema de las metodologias agiles...tambien he aplicado algunas otras para la direccion de proyectos..seria interesante conversar algun dia..

    Un abrazo,

    Raúl.

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