“Nadie dijo que la vida fuera fácil, hijo mío, pero ten valor: puede ser deliciosa.”
George Bernard Shaw
George Bernard Shaw
Ocurrió un viernes de hace dos semanas, de forma inesperada, como sobrevienen gran parte de las maravillosas sorpresas que te brinda la vida de vez en cuando. Fue durante una compra rutinaria, un paseo fugaz por la sección de películas, un vistazo infinitesimal al estante de los cofres, y una foto que asoma de Frank Capra apuntando con una pequeña cámara hacia un objetivo indeterminado. Posiblemente unos pocos milisegundos de exposición a la retina, pero suficientes para desencadenar una no menos rápida sucesión de flujos electroquímicos que instaron a mi mano alcanzar el cofre negro que contenía la foto. Así llegó a mis manos un cofre de presentación muy cuidada, y acertada, para no desmerecer su contenido: cinco inspiradoras joyas de la historia del cine –enhorabuena a Sony Pictures por la reedición. Y así se quedó pegada a mi mano hasta que la solté momentáneamente para pagar en caja.
Viendo sus narraciones cinematográficas en estos tiempos broncos de aparente zozobra intelectual y ética –de gastronomía, bisutería y peluquería diría Sabina- que nos ha tocado vivir, Capra viene a recordarnos de forma póstuma que, en realidad, no nos enfrentamos a nada nuevo a lo que no se haya enfrentado la sociedad de hace 70 años – en realidad a lo largo de toda la historia de la civilización. Y nos da las claves para navegar con éxito a través de esas aguas turbulentas, para ganar pequeñas batallas personales, para cerrar con satisfacción una jornada y esperar abiertamente y con expectación el mañana incierto. Así nos lo intenta transmitir con “La locura del dólar” (1932), “El secreto de vivir” (1936), “Vive como quieras” (1938) y “Caballero sin espada” (1939). Cuatro títulos que se ven coronados por “Sucedió una noche”, primera película que se llevó en 1934 los cinco oscar principales: película, director, actor, actriz y guión; y aún habría que esperar hasta 1975 para que Milos Forman repitiera la hazaña con “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Así, en esas historias conmovedoras, de lucha desigual y, por qué no decirlo, con cierta dosis de ingenuidad, héroes anónimos como Thomas Dickson, Mr. Deeds, Martin Vanderhof y Mr. Smith crean remansos inmunes a la zozobra en los cuales el peatón de la vida tiene un lugar para el descanso, la reflexión y recuperar fuerzas para crear nuevos caminos por los que seguir avanzando en el curso de la vida. Son una verdadera fuente de inspiración. Y una gran lección de liderazgo. En estos tiempos en los que todo el mundo parece sentirse llamado para ser un líder, en los que prepararse para ser un líder comienza a ser indistinguible de cualquier otro producto de consumo, quizás habría que recordar la simple y austera definición que de este escurridizo concepto da Capra en sus memorias:
“¡Qué tremendo poder tiene la honradez! Los hombres honrados, da igual su raza o su lengua, merecen confianza y amor. Atraen a los demás como el imán atrae al hierro. Un hombre honrado lleva con él su aura, su corona, su ejército, su riqueza, su felicidad y su prestigio. Lo lleva todo en el más noble de los títulos: el de hombre honrado.”
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